GRANADEROS A CABALLO

Leopoldo Lugones

Con arrebato de horda va el corcel formidable.
Enredado a sus crines ruge el viento de Dios.
Sobre el bosque de hierro vibra en llamas un sable
Que divide a lo lejos el firmamento en dos.

La montaña congénere donde el cóndor empluja,
Sonreída de aurora despertó a ese tropel
De Patria, y la simétrica marea ungió en la espuma
De un brindis gigantesco los flancos del corcel.

La tierra devorada por los cascos, se abisma
En el tremendo vértigo que arrastra aquel alud.
Y el Himno natal surge del trueno con la misma
Voz que estalló en clarines en los campos del Sud.

¡Tufo de potro; aroma de sangre; olor de gloria!
La hueste bebe el triunfo cual sublime alcohol,
Y la muerte despliega sobre su trayectoria,
Acabada la tierra, la mar de luz del sol.

UN NIÑO Y SAN MARTÍN


César Fernández Moreno

San Martín, fatigado de galopar el cielo,
En el pueblo y mi plaza puso fin a su vuelo:
Ved ahora su brazo que hacia el azul señala,
Tan firme sobre el viento como si fuera un ala.
Desde su pedestal altísimo de piedra
Es el gran capitán del ombú y de la hiedra,
Y también de las flores que adornan los canteros;
De los ligustros graves, de los pastos terreros
Donde empuja su lodoel negro escarabajo...
Porque es el capitán de lo alto y de lo bajo,
De lo fuerte y lo débil, de lo humilde y altivo.
Lo puedo decir yo, que ante su plaza vivo,
Y, con mis compañeros, en ella río y lloro
Mientras él con justicia reparte el sol de oro.

Cuando en su pedestal juego a las escondidas
Y me toca contar en sus piedras sabidas,
Hacia él mi mirada sube entre dedo y dedo
Y en su actitud de bronce aprendo su denuedo.
Si él quisiera tomarlo de un manotazo airado,
El cielo le cabría en un puño cerrado;
Si él quisiera dos cielos, de un tajo formidable
En dos lo partiría con su virgíneo sable.
Pero él no quiere nada. Le basta lo que tiene:
El don de señalar el rumbo que conviene;
Porque donde él indica, allí el Norte se asoma,
La rosa de los vientos por él cambia de aroma.
¡Oh general del cielo! Junto a tu pedestal,
A tus plantas rendido, se desvanece el mal.
Contigo raya el día donde la noche raya,
Recíbeme en tu sombra cuando la luz se vaya.

ANTE LOS RESTOS DEL GENERAL SAN MARTÍN



Carlos Guido y Spano

Faltaba esa reliquia a nuestra tierra,
Este homenaje a nuestro honor faltaba;
La memoria del héroe reclamaba
En la patria el sepulcro que hoy se cierra

Ante él se inclina el genio de la guerra,
Cuya luz su alta mente iluminaba
Cuando el libre pendón triunfante alzaba,
Del mundo asombro, en la gigante sierra.

Fue su gloria sin mancha y sin ocaso:
De Mayo el verde lauro la eternice,
Y antes de hollarle América sucumba.

Rompió el alma inmortal su frágil vaso:
“Yace aquí San Martín”, el mármol dice;
Pero a tal hombre es pórtico la tumba.