Cristian
Rodrigo Iturralde
Los aztecas ostentan
tres tristísimos y lamentables récords históricos que tal vez solo puedan
disputarle los comunistas con sus cien millones de ejecutados en setenta años
de historia.
El primero de ellos
corresponde a la cantidad de víctimas logradas en el transcurso de dos siglos,
el segundo a las logradas en solamente cuatro días, y el tercero se refiere a
la inmensa cantidad de niños ejecutados.
Conviene aclarar que
la arqueología, la antropología y la etnología moderna se han encargado de
confirmar todo cuanto decimos y aseveraron los cronistas americanos. La ciencia ha hablado, y ya no hay lugar para
presunciones o debates ideológicos.
RECORD NÚMERO 1:
MAYOR CANTIDAD DE EJECUCIONES EN DOS SIGLOS
La cantidad de
víctimas variaba mucho de acuerdo con la importancia de la ciudad, del pueblo y
de la festividad elegida para el ritual.
Fray Juan de Zumarraga y Francisco Clavijero, en 1531, dan cuenta de que
sólo en la ciudad de México se sacrifican a los ídolos más de veinte mil
víctimas al año.
Fray Juan de
Torquemada ubica el numero de asesinados en todo el país por año en 72.244,
incluidos veinte mil niños.
El historiador
mexicano, el Padre Cuevas, asegura que el número de sacrificios en lo que fue
Nueva España, era de cien mil seres humanos cada año.
Varios autores
citados por Gomara hablan de cincuenta mil.
Tanto Acosta como Herrera aseguran que había días en que llegaban a
matarse entre cinco mil y veinte mil personas por día.
Motolinia,
describiendo la fiesta del año de Tlascallan, dice que se sacrificaban
ochocientos hombres en la ciudad y en la provincia. Francisco Antonio de Lorenzana dice que en
Cholula se sacrificaban seis mil niños por año.
Por su parte, Diego
Duran, desde su “Historia de las Indias”, después de describir las ceremonias
de la coronación de Moctezuma y los sacrificios, dice: “había días de dos mil,
tres mil sacrificados, y días de ocho mil, y otros cinco mil, la cual carne se comían,
y hacían fiesta con ella, después de haber ofrecido el corazón al demonio”.
Fray Pedro Simón en
su “Historia de la guerra de los indios Pijaos, indígenas de Tierra Firme”,
calcula que desde la fundación del Estado azteca (1325) hasta su ocupación por
las tropas de Cortés (1521) se cuentan por millones —a lo largo de dos siglos—
las víctimas inmoladas a estas divinidades.
Michael Harner,
conocido antropólogo estadounidense, estimó en doscientas cincuenta mil
personas al año el número de sacrificados. En resumen, se calcula que la cifra
anual de ejecuciones superaba con creces
los cien mil.
Tomando los números mas moderados, como los cincuenta
mil sugeridos por Gomara, encontramos que en un siglo, y sólo considerando la
región mesoamericana del continente (excluyendo a los mayas), aztecas y aliados
asesinaron más de cinco millones de personas.
RECORD NÚMERO 2:
MÁXIMA CANTIDAD DE PERSONAS EJECUTADAS EN CUATRO DÍAS
El holocausto más
grande conocido por la humanidad comenzó un día del año 1487, durando cuatro
días. El motivo del ¨mega evento¨ era la consagración de la gran pirámide de
Tenochtitlán, que había sido construida en cuatro años a base de esclavos.
Prescott, protestante y antipático a España, dice que no menos de setenta mil
personas fueron ejecutadas para éste solo evento.
Al respecto existe un
interesentísimo trabajo de investigación bastante reciente, producido por el
canal Discovery Channel, titulado Aztec: Temple of Blood. Esta investigación
contó entre sus colaboradores con reputados y prestigiosos expertos de
distintas áreas y disciplinas: antropólogos, cirujanos y diseñadores
científicos, etc. Lo que allí se había propuesto era comprobar de una forma
científica si realmente habían podido los aztecas en 1487 ejecutar a tanta
gente en tan corto lapso; o sea, si era físicamente posible a los sacerdotes
extraer el corazón de una persona en contados minutos, uno tras otro.
Para el experimento
se habían conseguido réplicas casi exactas del cuerpo humano, con la intención
de comprobar el tiempo real en el que un cirujano podía extraer un corazón.
Utilizando los mismos instrumentos que los indígenas —mediante un cuchillo de
obsidiana mandado especialmente a confeccionar— el cirujano logró cortar debajo
de las costillas del cuerpo artificial y llegar al corazón por debajo de la
caja torácica, desde donde lo extrajo. El tiempo que le tomó, en su segundo
intento, fue de solamente ¡diecisiete segundos! Seguramente, si hubiera seguido
probando, habría llegado a adquirir, eventualmente, el grado de habilidad y
velocidad de los sacerdotes indígenas y su tiempo hubiera sido aun menor. El
mentado estudio terminó por confirmar lo que ya había afirmado la antropología
y la evidencia documental: los aztecas pudieron asesinar decenas de miles de
personas en tan pocos días.
No existen dudas
sobre la capacidad de los aztecas para procurarse esclavos y/o cautivos de
guerra para sacrificar.
Sabemos que en una
sola ocasión llegaban a tomar decenas de miles de prisioneros. Antes de 1487
habían tenido cientos de guerras —que incluso hicieron con el único fin de
procurarse esclavos para sacrificios humanos—, especialmente con Moctezuma
II. Es posible que para esa ocasión
contaran con no menos de doscientos mil prisioneros de guerra.
A esto podemos sumar
los esclavos que no eran producto de guerras —a veces comprados en los
mercados— y que muchas veces sacrificaban.
Las filas que formaban los esclavos hasta el altar donde habrían de ser
sacrificados era interminable.
Hayan sido cien mil, cincuenta mil o incluso veinte
mil víctimas en cuatro días, tratamos aquí con un record bestial, solo superado
por el holocausto de Hiroshima, Nagasaki y Dresden; ambos pertenecientes a la
segunda guerra mundial.
RECORD NÚMERO 3: LOS
DESGRACIADOS NIÑOS
De los récords mencionados, es éste sin dudas el más
repugnante e indignante. Ninguna sociedad en la historia tuvo mayor
predilección por la inmolación de niños que los pueblos precolombinos,
especialmente mayas,(1) aztecas y chibchas.
Cuando creían habrlo
visto todo, los misioneros quedáronse perplejos al constatar la existencia de
masivos sacrificios humanos de niños. Si existía una Fiesta particularmente
terrorífica al respecto, esta era sin dudas la de Tlaloc, en donde los
sacrificados eran exclusivamente niños. Refiriéndose a otros sacrificios que
hacían los aztecas en el mes de Atcavalo, escribe Bernardino de Sahagún: “En
este mes mataban muchos niños; sacrificándolos en muchos lugares, en las
cumbres de los montes, sacándoles los corazones a honra de los dioses del agua,
para que les diesen agua o lluvia. A los niños que mataban componíanlos con
ricos atavíos para llevarlos a matar, y llevávanlos en unas literas sobre los
hombros, y las literas iban adornadas con plumajes y con flores; iban tañendo,
cantando y bailando delante de ellos.
Cuando llevaban a los niños a matar, si lloraban y echaban muchas
lágrimas, alegrábanse los que los llevaban, porque tomaban pronóstico de que
habían de tener muchas aguas ese año. (…) No creo que haya corazón tan duro que
oyendo una crueldad tan inhumana, y más que bestial y endiablada como la que
arriba queda puesta, no se enternezca y mueva a lágrimas y horror y
espanto”.(2)
Comenta Morales
Padrón, que era muy común en algunas tribus el ahogamiento de niños, y “que
entre los chibchas se ofrecían preferentemente niños, a los que se criaba hasta
los quince años en el Templo del Sol,
para ser finalmente muertos a flechazos atados a una columna”.(3) A su vez, dice Francisco Clavijero que en la Fiesta de Tlaloc los
aztecas sacrificaban exclusivamente niños de ambos sexos, que compraban para la
ocasión. Eran dos las formas de hacerlo:
a unos los ahogaban en el lago y a otros, niños de seis años, los encerraban en
una caverna y los dejaban morir de hambre.(4)
Tomando en
consideración que, como se ha reconocido —especialmente en el caso de los
aztecas—, tras un exitoso combate se obtenían de una sola vez varios millares
de prisioneros y que las guerras eran constantes, cabría preguntar: ¿Qué
hubiera sucedido a los súbditos de aquel
imperio de no haber llegado los españoles? Podría suponerse, sin temor a
exagerar, que habrían desaparecido de la faz de la tierra sin dejar tal vez
rastro alguno de su existencia. Probablemente, de no haber prohibido los
españoles estas prácticas, las culturas indígenas hubieran desaparecido como lo
habían hecho anteriormente los mayas, los teotihuacanos y los toltecas. Es el
destino forzoso de los seguidores de falsas religiones.
Sabemos también por
González Gimenes de Quesada, Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón
de la costumbre de varias tribus colombianas, venezolanas y brasileñas de
sacrificar niños; particularmente entre panches y muiscas. En general estos
niños, junto a otros esclavos, se vendían en distintos mercados de la región,
siendo comprados la mayor de las veces para los sacrificios. El religioso Simon
da preciso detalle de esta bestial ceremonia: “(…) tendían al muchacho sobre
una manta rica en el suelo y alli lo degollaban con unos cuchillos de caña;
cogían la sangre en una totuma y con ella untaban algunas peñas (…)”.(5) Fernández
de Piedrahita confirma los hechos, diciendo: “(…) abriéndolo vivo y sacándole
el corazón y las entrañas, mientras le cantaban sus músicos ciertos himnos que
tenían compuestos para aquella bárbara función”.(6)
Por referir otros
casos, también practicaron los sacrificios humanos de niños, en forma bastante
frecuente, los picunches y los araucanos o mapuches;(7) incluso en épocas
bastante recientes, siendo conocido el caso del niño de cinco años asesinado
luego del terremoto de Valdivia de 1960; caso que tomó estado público y que causó gran revuelo en su
momento.(8)
NOTAS:
1.Esta costumbre es
denunciada por la misma National Geographic, en un documental titulado, en
español, “Los últimos días del imperio Maya¨, Estados Unidos, 2005. Se halla disponible en:
http://www.ivoox.com/ultimos-dias-del-imperio-maya-audios-mp3_rf_769250_ 1.html?autoplay=1
2. Bernardino de Sahagún: “Historia General de
las Cosas de Nueva España”, Madrid, Dastin, 2001, tomo I, págs. 17-18.
3. Morales Padrón, Francisco: “Manual de
Historia Universal”, tomo V, “Historia General de América”, Madrid, 1962, 62
(referencia al ahogamiento de niños), y 88-89 (caso de los Chibchas).
4. Ob. cit., pág. 168.
5. Fray Pedro Simón: “Noticias Historiales de
las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales”, Ed. Kelly, Bogotá,
1953, II, pág. 249.
6. Lucas Fernández de Piedrahita: “Historia
General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada”, Biblioteca Popular de
Cultura Colombiana, Bogotá, 1942, I, págs. 40-41. Consultar también el muy buen artículo “Dos
Sacrificios humanos entre los muiscas”, María Lucía Sotomayor, Instituto
Colombiano de Antropologia, Bogotá, “Revista Colombiana de Antropología”, vol.
XXVIII, año 1989-1990.
7. “Revista anales”, Universidad de Chile,
Séptima Serie, N° 1, mayo 2011. Consultar en: http://www.revistas.uchile.cl/index.php/ANUC/article/viewFile/12347/18134
. Tanto el P. Rosales (siglo XVII), como
el gran historiador chileno José Toribio Medina y el dominico Alfonso
Fernández, dieron cuenta de lo mismo.
8. Arturo Zúñiga: “El niño inmolado”, en “El
Mercurio”, Santiago de Chile, 15 de agosto de 2001. Consultar el artículo completo en http://www.mapuche.info/news02/merc010815.html
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