EL CENTENARIO DEL ASESINATO DEL GENERAL ALEJANDRO HEREDIA



Por Alberto Ezcurra Medrano

(Fuente: Crítica Revisionista, 26-1-15)

No es nuestro propósito escribir una biografía del General Alejandro Heredia. Vamos a hablar tan solo de su muerte, cuyo centenario se cumplió el 12 de noviembre del año 1938. Y lo vamos a hacer, porque este centenario, como otros recientes, no será sin duda muy recordado por el liberalismo, ya que Heredia no cayó asesinado por la “mazorca” sino por los unitarios.

Sólo diremos respecto de Alejandro Heredia, que este General teólogo[1], que fue gobernador de Tucumán, se caracterizó siempre por su gobierno paternal y progresista. De la magnanimidad de sus sentimientos dio pruebas repetidas veces. Así, cuando estalló y fue sofocada la revolución del 22 de junio de 1834, habían sido justamente condenados a muerte 25 de sus promotores, pero Heredia les conmutó la pena. Y se cuenta que la noche del perdón varios de los condenados bailaron una misma contradanza con el generoso gobernador. En cuanto al carácter progresista de su gobierno, lo reconoce el propio Zinny, a pesar de su fobia contra los hombres de lo que él llama la “seudo-federación”. “El gobernador Heredia -dice- introdujo las más importantes mejoras en la administración de la provincia, estableciendo un sistema, el más adecuado al sostén del orden y al fomento de la felicidad pública. La policía, la administración de justicia, toda la economía interior de la provincia, sintió el benéfico influjo de su gobierno, que se desvelaba por borrar las pasadas  desgracias y activar la completa organización de Tucumán”[2]
 
Y, sin embargo, este gobernador de la Federación, a quien no puede acusarse de tirano, murió asesinado. ¿Por qué? Precisamente a causa de su misma generosidad, que lo movió a buscar una imposible conciliación de partidos y a confiar ingenuamente en hombres que sólo esperaban el momento oportuno para desembarazarse de él. Rosas lo vio claro y se lo advirtió; pero Heredia  siguió en sus trece. Por eso Rosas, en carta a Ibarra, comenta su muerte con palabras duras  y amargas, pero que revelan, una vez más, su clarividencia política.

“El general finado -dice- abrigaba muchos disparates en su cabeza, pero no era un malvado. Antes su candor y demasiada credulidad, es preciso repetirlo, lo precipitaban en juicios erróneos, lo inducían a ser indulgente con los unitarios, quienes lo hacían enredarse a cada paso con los lazos que le tendían, porque se había empeñado en esa maldita idea de la fusión de partidos, que ha puesto al país en el fatal estado en que lo vemos. Esa credulidad, no me cansaré de repetirlo, esa indulgencia excesiva con los unitarios y esa idea de fusión de partidos sobre que tanto le predicaba yo en mis cartas (y como le dije usted  en 1835, para que también lo advirtiese, “que era preciso consagrar el principio de que estaba contra nosotros el que no estaba del todo con nosotros”), han sido las verdaderas causas de su desgracia”[3]
           
                                                          ----------------------

El hecho, escuetamente, se produjo en la siguiente forma:

El 12 de noviembre de 1838, mientras Heredia se dirigía en coche a su casa de campo, fue asaltado en Los Lules por una partida al mando del comandante Gabino Robles, y compuesta por Juan de Dios Paliza, Vicente Neyrot, Gregorio Uriarte y José Casas. Heredia, que en cierta ocasión había insultado de hecho a Robles, comprendió sus intenciones, y se dice que ofreció cuanto pidiese, contestándole Robles que sólo quería su vida y descerrajándole tres tiros.

¿Se trataba, como se ha dicho, de una simple venganza personal, o fue un crimen político? La “vox populi” sindicó como instigador del hecho al doctor Marco Avellaneda, y esta creencia se perpetuó  en romances populares que Juan Alfonso Carrizo ha recopilado en su Cancionero de Tucumán. Dice así uno de los romances:

“Avellaneda y Lavalle
Manchados de sangre están
Estos defienden de Rosas
Las tierras de Tucumán.

Del primero se murmura
Que con su verba sin par
Convenció a Gabino Robles
Que a Heredia debía matar.

Del segundo, quién no sabe
La locura sin igual,
De hacer sin causa y proceso
A Dorrego fusilar.

Sombras de Heredia y Dorrego
Si es que ya en el cielo estáis
Os rogamos por la Patria
Que estas tierras protejáis.

A esta tierra en que con gloria
La fama de Uds. vive,
No dejéis que la profanen
Las tropas que trae Oribe.

No dejéis que en mil hogares
Se sufran negros dolores,
No dejéis que aquí la paguen
Los justos por pecadores”.

Y otro, da a entender lo mismo:

“Una tarde de noviembre
Por una boscosa senda
En su galera viajaba
El Gobernador Heredia.
No lleva escolta a su lado
Que en su vanidad ingenua
Cree que lo escolta su fama
De héroe de la independencia.
Doctorcitos unitarios
Lo mandan a matar.
Mal hicieron los doctores
Y caro la pagarán.
No era malo el indio Heredia
Que sabía perdonar.
Que lo diga sino Alberdi,
Que lo diga Marcos Paz
Y hasta el propio Avellaneda
Lo podría atestiguar”.

No obstante, la participación de Avellaneda ha sido negada por no haberse probada documentalmente y por considerársele indigna del “Mártir de Metán”. A lo primero debemos observar que la prueba documental no es en estos casos la única, y a lo segundo, que se parte de un prejuicio histórico. Avellaneda, como todos los próceres de esa tendencia -y sin que esto implique  negar su inteligencia y verdaderos méritos- ha sido previamente deshumanizado por sus admiradores incondicionales y se le ha colocado bajo ese tabú protector que ahora se ha dado en llamar “el fallo inapelable de la historia”, y cuya violación es causa de amonestaciones ministeriales. Pero el Avellaneda real no es el semidiós togado que aparece en las ilustraciones de los textos de historia “oficial”. Es un hombre, con cualidades, defectos y pasiones, como todo hombre.

La participación en el crimen de Lules no está en contradicción con otros hechos de Avellaneda, que no escatimó la violencia ni los procedimientos terroristas durante la Coalición del Norte. Los embargos, en los cuales basa su nuevo capítulo de acusación contra Rosas el señor Dellepiane, fueron aplicados por dicha Coalición dos meses antes del famoso decreto de Rosas, como lo prueba documentalmente Ernesto Quesada.[4] Las notas que el gobierno de Tucumán pasó a las provincias, horrorizaron a los mismos coaligados, provocando reacciones como ésta, del gobierno de Salta:

“La nota de ese gobierno dirigida a Ibarra es degradante a nuestra causa, y sólo puede servir  para  exaltar los ánimos y con justicia contra nosotros, en vez de darnos aliados o partidarios.  La decencia y circunspección deben presidir en todas las comunicaciones oficiales; ese lenguaje de sangre y exterminio debe proscribirse; siendo el menos a propósito para conquistar voluntades,  es también contradictorio al objeto proclamado de la organización de la República; la sangre sólo da sangre por fruto y promoviendo continuas reacciones se radica la anarquía de los rencores personales y se radica de un modo terrible y espantoso. Acusamos a Rosas por haber empapado el suelo de la patria con sangre humana. ¿Y es posible proclamar que se derramará aún más? ¿Y la sangre de los hijos y de los parientes, por delitos que nunca pudieron cometer? ¿Qué  podrán juzgar de nosotros si sentamos tales principios de pura barbarie?”...[5].

Pero las amenazas no quedaban sólo en los documentos. El terrorismo desplegado por la Coalición en Salta superó los peores excesos de la mazorca porteña y obligó a otro coaligado, el General  Dionisio Puch, a dirigir a Avellaneda una nota de la cual entresacamos los siguientes párrafos:

“Muchos son los conductos por donde el gobierno sabe los excesos de toda clase que cometen los soldados de la división que V.E ha traído de Tucumán a la Frontera. El país que han pisado ha quedado arrasado, y no es posible ya al infrascrito ser indiferente a tanto desorden, a hechos cuyas consecuencias serán funestas a su país, y más que a éste, a la causa de la libertad de la República...El robo a los amigos y enemigos; toda clase de excesos prodigados indistintamente; la compleja desolación del suelo que ocupa la división de V.E., no son el riesgo benéfico que hará florecer el árbol de la libertad, tan marchito ya en la República...¿Prevalecerá contra el verdugo de Buenos Aires la coalición, si se talan sus campos, se diezman sus habitantes y se agotan las fuentes de su riqueza y porvenir? [6]

Tal es el hombre, examinado fríamente a la luz de los documentos emanados de sus propios aliados. Tal es por lo menos bajo uno de los aspectos, porque no está en discusión ahora su inteligencia , sus cualidades oratorias o su capacidad como gobernante, sino sus métodos revolucionarios, en los cuales puso todo el fuego y toda la imprudencia de sus 26 años.

                                                                     --------------------------

Volviendo al caso de Heredia, existe, además, otro documento: el acta del consejo de guerra que se le formó a Avellaneda en 1841, cuando cayó prisionero de Oribe y fue condenado a muerte.
Los dos incisos referentes a su participación en el hecho dicen así:

“Preguntado: Con qué objeto le prestó su caballo rosillo al teniente Casas, asesino del finado General Heredia, el día que se perpetró el hecho dijo: que el día antes del asesinato le pidió el referido asesino Casas el mencionado caballo al que declara para ir a dar un paseo al punto de Los Tules y que en éste cometió el hecho.

“Preguntado: Con qué objeto salió el mismo día que se asesinó al General Heredia y se vio con uno de los asesinos llamado Robles en circunstancias que éstos entraban al pueblo, dijo: que su hermano político don Lucas Zabaleta lo había invitado para que lo acompañase a pasar el día en su chacra del Manantial: que en su camino a esta chacra y a muy poca distancia de la Capital, se encontró con los asesinos que tenían una partida de quince a veinte hombres: que al verlo desde alguna distancia lo mandaron hacer alto: que el declarante obedeció y que al instante se adelantaron tres o cuatro de los asesinos, entre ellos, el mencionado Robles: que éste último, ya completamente ebrio, le alargó la mano gritando “ya sucumbió el tirano”, cuyo grito fue repetido por los otros dos o tres que lo acompañaban: que el declarante atemorizado por esta escena, no atinaba con lo que significaba ella, hasta que el mismo Robles le dijo que él con sus propias manos había asesinado al gobernador Heredia: que el declarante más atemorizado entonces procuró balbucir algunas palabras aplaudiendo su conducta y concluyó pidiéndole permiso para continuar su camino. Que Robles preguntó entonces al declarante si él no era Presidente de la Honorable Cámara de Representantes:  que a la contestación afirmativa del declarante replicó Robles: “hoy no es día de pasear, sino de trabajar por la patria: vuelva usted a la ciudad y reúna la Sala de Representantes: que nosotros por nuestra parte no queremos nada”: que el declarante se separó entonces a galope largo y que, sin embargo de haber andado a éste a la ciudad, no consiguió llegar sino tres o cuatro minutos antes que ellos”[7]  
 
De esta declaración se deducen varios hechos: que Avellaneda prestó su caballo a uno de los asesinos, que se encontró con ellos después del crimen y que les aprobó su conducta. Las coincidencias y el temor con que pretende explicar esos hechos, a nuestro juicio, no resultan convincentes.

Por otra parte, sobre el asesinato de Heredia se levantó la Coalición del Norte, de la cual Avellaneda es el alma. A la semana de haber sido asesinado Heredia, fue nombrado gobernador Bernabé Piedrabuena, que se pronunció contra Rosas, y de quien fue ministro general en 1840 el propio Avellaneda, para sucederle luego en 1841.

Tales son los antecedentes y consecuencias del hecho desgraciado cuyo centenario se cumplió el 12 de noviembre de 1938. No vamos a dictar sobre él ningún “fallo inapelable de la historia”, porque no somos jueces, ni tribunal de última instancia, ni menos aún pretendemos identificamos con la historia, como hace “La Nación” cuando lanza contra Rosas sus desesperados anatemas. Hemos expuesto hechos y documentos sin otra pasión que la verdad. Cada lector sacará sus conclusiones.


* Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas n° 1, Buenos Aires, Enero 1939.

[1]    Heredia era doctor en teología.
[2]    Antonio Zinny. “Historia de los gobernadores”. Tomo III. Pág 297. Ed “Cultura Argentina”.
[3]    Ibidem  pág. 291..
[4]    Ernesto Quesada. Acba y la batalla Angaco. Pág. 35.
[5]    Op. Cit. Pág. 34.
[6]    Bernardo Frías. Tradiciones históricas. Pág.244.

[7]    Aquiles B. Oribe. Brigadier Gral. Don Manuel Oribe. Tomo I. Pág. 73.

EL HERMANO DESCONOCIDO DE SAN MARTÍN, QUE LUCHÓ Y MURIÓ EN FILIPINAS





La visita del pontífice argentino al archipiélago asiático es una buena ocasión para recordar que un pariente de nuestro héroe nacional tiene su tumba en Manila.
 ¿Un San Martín sepultado y honrado en los confines del mundo? Es una noticia que sorprende, tan poca ha sido la atención prestada por nuestros historiadores a muchos detalles de la vida del Libertador y, particularmente, de su familia. Existe una excepción, y es el libro Los hermanos de San Martín, publicado hace unos diez años. Su autor es Armando Rubén Puente, periodista, historiador y escritor argentino radicado en España desde hace muchos años.

Puente es tal vez el único historiador que se dedicó a estudiar la vida de los hermanos de San Martín. Volcó el resultado de sus investigaciones en el libro mencionado -ampliamente agotado-, que por fortuna se encuentra a la espera de una reedición. Allí describe la trayectoria de Juan Fermín Rafael, nacido en 1774, y por lo tanto cuatro años mayor que José Francisco. Este hermano de nuestro prócer fue destinado a Filipinas en 1805. Ya no regresaría a España. Murió en Manila el 17 julio de 1822, a los 48 años.

Recordemos que fueron cinco los hijos del matrimonio formado por el Capitán Juan de San Martín y Gregoria Matorras, ambos oriundos de la actual Castilla. Todos nacieron en tierra americana, en las antiguas misiones jesuíticas, donde el padre fue Teniente Gobernador y se desempeñó en la defensa de la frontera, permanentemente amenazada por las incursiones de los bandeirantes portugueses. María Elena (1771), la hija mayor y única mujer, y los dos primeros varones, Manuel Tadeo (1772) y Juan Fermín (1774), nacieron en Calera de Vacas, actual territorio uruguayo, mientras que los dos menores, Justo Rufino (1776) y José Francisco (1778), en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes. Toda la familia regresó a España en 1784. No se conocen retratos de todos los hermanos de San Martín; sólo de Justo, de María Elena. También del padre, Juan.

Desde Madrid, Armando Puente sintetizó los datos que pudo recabar para reconstruir la trayectoria de este hermano del Libertador que vivió y murió en Filipinas que, recordemos, era una colonia española desde 1521, cuando fue reclamada para la Corona de España por Fernando de Magallanes en su truncada vuelta al mundo.

Todos los varones de la familia San Martín ingresaron al ejército español desde muy jóvenes, a los 13, 14 ó 15 años. Juan Fermín lo hizo como cadete en el Regimiento de Infantería Soria el 23 de septiembre de 1788, en el cual revistó durante 14 años. Luego pasó tres años en el Batallón Veterano Príncipe Fernando. Tras combatir en el continente, pasó a la Real Armada y se embarcó en enero de 1797 y participó en la batalla de San Vicente contra la flota inglesa. Luego, permaneció en Brest hasta 1801, con la escuadra española coaligada a la francesa. De regreso a España fue destinado al Escuadrón Húsares de Luzón, la más grande de las islas Filipinas, y donde se encuentra la capital, Manila. Allá fue nombrado sargento del regimiento de húsares y años después coronel, es decir que alcanzó el mismo grado que sus hermanos. En 1815, llegó a ser Comandante de Húsares del Regimiento Luzón.

Aunque permaneció la mayor parte del tiempo en Manila, en 1821 fue destinado a Mindanao, la segunda en tamaño de las islas del archipiélago. Estuvo un año entero a cargo del fuerte de Sanboanga (o Zamboanga) –entonces apenas una aldea, pero hoy una gran ciudad de casi un millón de habitantes-, que en tiempos coloniales era una plaza estratégica, por ser una de las dos puertas del estrecho de Joló, un paso cuyo control los españoles no podían perder. Sanboanga había sido fundada en 1635 como fortaleza militar española contra los moros que acechaban desde Borneo e Indonesia. Durante su estancia allí, Juan Fermín de San Martín tuvo que defender la plaza de una insurrección de sectores musulmanes en conflicto con la población indígena y las autoridades europeas, cuenta Armando Puente. Para esa tarea, dice, tenía bajo su mando una compañía de artillería y 4 de infantería, una de ellas conformada por tropa indígena.

En Manila, en el año 1813, Juan Fermín se había casado con Josefa Manuela Español de Alburu, hija de un militar español y de una mujer indígena. Con ella tuvo tres hijos, siendo el único San Martín en haber engendrado descendencia masculina.

La curiosidad natural lleva a preguntarse si Juan Fermín, viviendo a 20.000 kilómetros del escenario americano, y considerando la lentitud de los viajes y comunicaciones entre diferentes dominios españoles, estaría al tanto de las peripecias y hazañas de su hermano menor. Y, más en general, cuánto contacto hubo entre ellos en esos años.

Seguramente sí lo había, aunque con la correspondiente demora. Una carta entre Manila y Buenos Aires bien podía demorar un año. Pero Armando Puente aportó en su charla un detalle singular.

En el año 1819, Antonio José de Escalada, el suegro de San Martín, viajó a Filipinas para visitar a uno de sus hermanos, Bernabé Antonio Escalada, quien tenía un cargo importante en esa Capitanía General (el archipiélago no tenía categoría de virreinato). Bernabé Escalada, que era abogado, también se dedicaba al comercio y amasó una importante fortuna con esa actividad antes de regresar a Buenos Aires.

En su visita, el padre de Remedios se entrevistó con su pariente político, Juan Fermín. Podemos imaginar que el hermano de San Martín aprovechó la presencia de Escalada para ponerse al día respecto a la vida y obra del Libertador. Al menos, de lo que su suegro podía contarle. Lo comprobado es que Juan Fermín le entregó una carta para su ya célebre hermano, que en ese momento estaba tratando de organizar la campaña al Perú y a punto de entrar en conflicto con los unitarios porteños.

Según Armando Puente, el último descendiente directo de Juan Fermín murió en 1945, justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial y cuando concluía la ocupación japonesa de Filipinas.

Ahora bien, en el año 2010, a raíz del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo, el embajador argentino en Filipinas, Joaquín Otero, descubrió que había un busto de José de San Martín en una avenida de Manila. Cuando indagó sobre los motivos de este homenaje, supo que se trataba de un obsequio hecho por el general Juan Perón al enterarse de que un hermano del Libertador había muerto allí.

En declaraciones, el 17 de agosto de 2012, el embajador Otero aseguró haber hablado con "la esposa del nieto de Juan Fermín". "Se llama Mildred San Martin", dijo. La mujer le dijo que su esposo había fallecido en 1998.

Armando Puente, quien ha incursionado en otros aspectos de la vida del Libertador, como sus años de exilio –es autor, entre otros, de Historia de una amistad: Alejandro Aguado y José de San Martín (Claridad, 2011)-, asegura que aún quedan cosas por investigar sobre los otros San Martín y, más concretamente, en Filipinas, sobre la trayectoria de Juan Fermín. Evidentemente, el tema de la línea sucesoria y la fecha exacta de la desaparición del linaje es una de ellas. El autor de Los hermanos de San Martín desconoce si alguien en Filipinas se ha abocado al tema.

El embajador Otero dijo en la nota citada: "Nosotros estamos contando quién era San Martín a los filipinos. Nos parece importante transmitir qué hizo San Martín para que se sepa más sobre Argentina, y que este conocimiento promueva el intercambio en varios niveles". 
Sin embargo, matizando lo que dice el diplomático, para la clase política filipina la presencia de un San Martín en su suelo no era algo desconocido.

En el año 1997, un histórico dirigente filipino, Raúl Sevilla Manglapus (1918-1999), que fue senador y secretario de Asuntos Exteriores, y que presidía la Internacional de Partidos de Centro (IDC, ex Internacional Demócrata Cristiana) llevó a los delegados argentinos a ese foro a visitar la tumba de Juan Fermín de San Martín y depositar allí una ofrenda floral.  Esto ocurría bajo la presidencia de Fidel Ramos (1992-1998), cuyo padre, como veremos más abajo, también está vinculado a esta historia.

 El homenaje al hermano de San Martín en Manila tuvo lugar durante una reunión de ese importante foro plural de partidos de centro del cual el Partido Justicialista era miembro hasta que, inexplicablemente, el kirchnerismo lo retiró.

Por otra parte, el busto de San Martín en Manila demuestra que el dato era conocido también por el Estado argentino. En 1945, al concluir la segunda guerra y la ocupación japonesa, Narciso Ramos –padre de Fidel Ramos, quien, como se vio, llegó a la presidencia varias décadas después- fue el encargado de organizar el servicio exterior filipino y varias de sus embajadas, como la de EEUU y varios países latinoamericanos, el nuestro entre ellos, fue la primera persona que indagó acerca de la presencia de Juan Fermín de San Martín en su país. Y en 1950, al cumplirse los 100 años de la muerte de José de San Martín, el entonces presidente Juan Domingo Perón decretó el "Año del Libertador General San Martín" y, entre otros muchos homenajes, envió un busto de San Martín a Manila.

El fallecido Raúl Manglapus, héroe de la resistencia anti-japonesa y uno de los líderes del partido Lakas-Unión Nacional de los Cristianos Demócratas, luego fusionado por iniciativa suya con una agrupación islámica, con el nombre de Lakas-Tao-Christian Muslim Democrats, conocía y honraba estos lazos de sangre entre Argentina y Filipinas.


(Fuente: Samuel Rodríguez)

TERRITORIO SOBERANO Y BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO


Marcelo E. Lascano
           
           
Luis Alberto Romero, en esta misma sección, se ha referido a la valoración del episodio conocido como la Batalla de la Vuelta de Obligado. Su abordaje dejó perplejo a muchos. Intentaremos aquí dialogar con este punto de vista.

Si a fines de 1845 lo que ocurrió fue tan sólo una manifestación naval civil, quedan sin explicación las palabras y actuaciones de los actores públicos del momento: la reacción de la sociedad argentina, la de los próceres de Mayo aún vivos, más lo ola de solidaridad mundial, romanticista o no, capturada por la prensa europea y estadounidense. Con el artículo más reciente de Pacho O’Donnell, también publicado en esta sección, se recuperan importantes datos omitidos por Romero. Profundizaremos sobre la vinculación con la historia del territorio.

Como la invasión había sido planeada con anterioridad, el mismo José de San Martín pudo opinar, desde su retiro en Francia, sobre las dificultades de tal expedición a poco más de un mes de iniciada, en carta a Federico Dickson, comerciante en Londres, publicada en la prensa inglesa a comienzos de 1846. Al mismo tiempo, Vicente López y Planes –sí, el autor de nuestra canción nacional- escribió un segundo himno para homenajear los combates de Obligado.

Las actitudes de estos dos próceres de la independencia deben ser mencionadas, ya que nuestra historiografía los presenta como piezas de decorado. Una vez escrito el Himno y cruzados los Andes, los dos históricos son guardados en el depósito de la utilería de las historiografías cómic donde los personajes no actúan valorizando la cohesión social entonces existente del país.

Y esa cohesión que vieron se plasmaba en las provincias del Plata.

La conformación del territorio suele estar ausente en nuestras historiografías, como lo notó el geógrafo Federico Daus: la Argentina es una construcción gradual fundada en un espacio geográfico, con antecedentes históricos, sujetos a una comunidad política. Nótese el carácter abstracto de estas categorías, que marcan la diferencia entre el concepto de territorio y el de paisaje, siendo este más amigo del de “comarca”, que el federalismo logró integrar.

Los próceres de la independencia ya eran viejos en la década de 1840, pero estaban vivos, y se manifestaron, conscientes, más que nadie, de que lo que había comenzado en 1810 aún estaba madurando. Tuvieron, con Rosas, la claridad de que la historia estaba dando a la Argentina la oportunidad de consolidar uno de los pilares de su organización estatal: su individualización en el plano internacional. La efectivización de la soberanía consiste en dar carta de ciudadanía al territorio estatal.

Ahora bien, podría prescindirse del postulado de que la construcción de una entidad estatal nacional sea una consigna válida. Romero parece partir de este punto. Por nuestra parte, razonamos sobre la base de que las construcciones estatales nacionales son una consigna válida, vigente. El artículo de Romero parece divergir en este aspecto filosófico. Pero se trata de otra discusión. En los debates históricos actuales debe explicitarse el punto de partida fundante de las valoraciones.

Marcelo E. Lascano,Geógrafo – Docente de la UBA y la UNSAM


Clarin, 8-1-15

EL AGITADOR DEL BRITISH MALON




por: Gabriel Martínez en Roble Huacho (Chile).


QUIÉN ES QUIÉN:
DE BOLCHE A CONDE: REYNALDO MARIQUEO

Reynaldo Mariqueo tiene 64 años y es originario de la comunidad Juan Mariqueo del sector Lulul-Mawidha, en Roble Huacho (Chile). Militante mapuche socialista en tiempos de la Unidad Popular, inició estudios de Agronomía en la Universidad de Concepción pero  luego del golpe de Pinochet debió interrumpirlos tras ser apresado por los carabineros. Al ser puesto en libertad se trasladó a fines de 1973 a la Argentina, donde obtuvo estatus de refugiado otorgado por el Alto Comisionado de la ONU y retomó sus estudios de Agronomía en la Universidad Nacional de La Plata.

Cuenta Mariqueo:  “en el año 1976 los militares argentinos dieron un golpe de Estado e Isabel Perón fue derrocada, ese mismo año Gran Bretaña me dio asilo político porque la seguridad de los refugiados chilenos en Argentina no estaba garantizada”.  Exiliado en Bristol (sur de Inglaterra), participó en actividades propagandistas de chilenos expatriados, pero luego se alejó de las mismas para dedicarse exclusivamente al activismo separatista. Abandonó la lucha de clases de su antigua militancia socialista sustituyéndola por la dialéctica de la lucha de razas, y en  1978 ayudó a fundar el  Comité Exterior Mapuche. “El Comité Exterior Mapuche –relata- nace después del primer ‘Encuentro Mapuche de Londres’ (Ka Mapu Mapuche Trawum) que se efectuó a partir del 25 al 28 de enero de 1978; durante la conclusión de dicho evento se creo el "Comité de Coordinación Mapuche en el Exterior" que posteriormente paso llamarse Comité Exterior Mapuche. Este evento, sin precedente en la historia del movimiento mapuche fue convocado por Vicente Mariqueo , entonces residente en Bristol, con el apoyo de organizaciones de derechos humanos y de apoyo a los pueblos indígenas tales como la Asociación para la Defensa de los Pueblos Amenazados de Alemania e instituciones de carácter religioso, como Christian Aid (Ayuda Cristiana) y el Consejo Mundial de Iglesias.
Al evento asistieron mapuches refugiados en Europa del Oeste y Este, además de Norteamérica, así como algunas personalidades chilenas como el Ex Ministro de Agricultura del Gobierno de Salvador Allende, Jaques Chonchol”.Se refiere a los chilenos en tercera persona, excluyéndose de dicho gentilicio. Explica que “nuestro objetivo era justamente buscar el apoyo y la solidaridad de los europeos y no tanto de los chilenos refugiados”.El Comité Exterior Mapuche desarrolló filiales en muchos puntos de Europa.  “Todos los comités –detalla- desarrollaban sus propias actividades en sus respectivos países, pero se celebraban regularmente reuniones de coordinación con el objeto de evaluar el trabajo realizado, analizar nuestra situación organizacional y el desarrollo del movimiento mapuche en Chile y Argentina, además de programar actividades que se realizaban a nivel continental. Dentro de las actividades globales que se desarrollaban era organizar gira de dirigentes mapuches que viajaban a Europa. La primera de tales giras fue la realizada por el peñi Melillan Painemal. Melillan era un destacado dirigente mapuche, miembro fundador de los Centros Culturales que se formaron en Septiembre de 1978 y que fue elegido con el apoyo del CEM como vicepresidente del Consejo Mundial de Pueblos Indígenas.

En 1985 el CEM Inglaterra me designó junto a Ramona Quiroga, mapuche del Puelmapu residente en Holanda, delegados permanentes ante el Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la ONU, cargo que fuera ratificado en una Asamblea General del CEM que se realizó en Bélgica”. Por fin, en 1996 se crea en Bristol el Mapuche International Link (MIL), heredero del Comité Exterior Mapuche.  Su directorio tiene a Mariqueo como Secretario General y a 20 europeos –mayoritariamente anglosajones- en las distintas secretarías. Reynaldo Mariqueo ha realizado exposiciones ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y ha logrado resoluciones contra Chile y Argentina en diversos ámbitos internacionales.

También es un activo promotor de las extravagantes pretensiones dinásticas de la autoproclamada “Casa Real de Patagonia y Araucanía”, cuya cabeza actual es Jean Michel Parasiliti Di Para tas la muerte del masón francés Philip Boiry. Gusta llamarse “Conde de Lul-Lul Mawhida”, no duda en llamar a la Argentina “país enemigo” y reivindica sin desparpajo la alianza anglo mapuche.



SEDE: Bristol Inglaterra / web: www.mapuche-nation.org .